Cuento de Navidad de Charles Mini (Parte I)

Era una fría mañana de Diciembre, Bernie Ecclestone se encontraba en sus oficinas trabajando duramente para saber cómo invertir su dinero para ganar más millones con la Fórmula 1. Su oficina era conocida como Ecclestone & Mosley, pero desde hacía algo más de un año, Mosley decidió marcharse, y dejar de lado el negocio, pero Ecclestone era tan tacaño que no se dignó a cambiar el nombre de su oficina, y aún a día de hoy se puede ver en el cartel el nombre de Ecclestone y Mosley.
De repente una persona irrumpió en las oficinas, era Jean Todt, entró con mucha energía y gritó “¡Feliz Navidad!”, Ecclestone que apenas levantó su mirada de la normativa para los próximos años tan solo susurró unas palabras… “Cara navidad”. Todt se quedó extrañado que le diera tantas vueltas a la normativa del deporte rey del motor y le comentó:

– Pero Ecclestone, ¿cómo se te ocurre pensar en más locuras para la Fórmula 1? Que si circuitos en países sin pilotos… que si ahora motores más ecológicos… que si prefiero que no haya test para que no gasten dinero los equipos y subir los impuestos de las super licencias y hacer que usen KERS que sabes que gastan millones en una tecnología aún muy joven… ¿Por qué no piensas en dejarlo todo como era antes? La Fórmula 1 es un deporte que apasiona a millones de personas en el mundo, pero no todos quieren nuevas cosas, quieren volver a lo clásico… circuitos míticos, motores como los de hace apenas 8 años… Fíjate ahora, a ver qué es lo último que tienes pensado… parabrisas en los cascos. ¿No te das cuenta? Buscas la seguridad y en vez de poner una cúpula en los monoplazas les quieres poner limpieza en la visera.

– ¡Calla Jean! – replicó Ecclestone – Tienes razón que la Fórmula 1 mueve millones, pero no de personas, sino de dólares, y que necesitamos ese dinero para vivir, especialmente yo. Si hago normas nuevas es para generar más ingresos, piensa que la gente no dejará de vernos, y que por mucho que nos amenacen con dejarnos de ver, habrá miles de personas que seguirán, y más que habrán si sigo poniendo circuitos en sitios nuevos.
Bernie siempre había sido una persona muy unida al dinero, se le conocía como Bernie Millonestone ya que dónde todos veían tierra, él veía oro. Hace poco tiempo sufrió un altercado y recibió una paliza por unos desconocidos que le robaron el reloj. Cualquier persona sensata hubiera denunciado el robo, pero no Bernie… él se fue a su empresa de publicidad y no solo le regalaron un reloj nuevo, sino que además decidió hacerse una foto con el resultado de la pelea, juntarlo con el reloj y poner un mensaje debajo “mira lo que llega a hacer la gente por este reloj
A lo lejos, Hermann Tilke, un trabajador de Ecclestone se encontraba diseñando circuitos imposibles con grandes instalaciones en países exóticos, pero estaba atento a la conversación de su jefe y su amigo
– ¿De verdad crees que con esto podrás hacer un bien por el deporte? – preguntó Todt. – Vale, podrás traer la Fórmula 1 a nuevos sitios, pero si las carreras no divierten ¿cómo solucionarás el problema?
– A mi no me importa si las carreras divierten o no, mientras haya beneficios habrá dinero para mi, piensa que no podemos vivir sin dinero, y sin él, no habría equipos, y si no hay equipos no hay Fórmula 1 y si no hay Fórmula 1, no hay dinero. ¿Lo entiendes?
– Lo que no entiendo Ecclestone es cómo puedes dejar que esto se vaya muriendo poco a poco… hay tanta gente que quiere divertirse con las carreras y tú no les dejas disfrutar… ojalá algún día cambies de idea.
Jean Todt se marchó del despacho mientras que Ecclestone murmuraba solo una única palabra… “pamplinas”. Tilke se quedó con la boca abierta viendo como a Ecclestone no le importaba el deporte, sino el dinero, pero cuando su jefe le miró, decidió centrarse en nuevos diseños.
Esa misma noche Ecclestone se encontraba en su “pequeña” mansión de 20 hectáreas a las afueras de su ciudad, se encontraba solo… sin nadie que le acompañara. El coñac de su copa daba vueltas mientras agitaba la mano… De repente las luces se apagaron y alguien llamó a la puerta. Ecclestone se puso su bata y se dirigió a la puerta. Al abrirla sus ojos no podían creer lo que estaban viendo: un señor de unos 60 años vestido con poca ropa y algo de cuero y rodeado completamente por cadenas. El señor entró en el hogar de Ecclestone y éste cerró la puerta. Tras unos pocos segundos, Ecclestone tragó un poco de coñac y dijo:
– Desde luego Mosley… tus vicios no son para nada sanos. ¿Cuando aprenderás a pasártelo bien sin hacerte daño?
– ¡Ecclestone viejo amigo! – dijo Mosley con una sonrisa en su rostro – ¡Cuánto tiempo sin verte! He venido a avisarte, he visto la luz, y creo que hago bien en avisarte.
– ¡Madre del amor hermoso Mosley ya le has dado a las drogas! Lo tuyo es demasiado, venga, quítate esas cadenas y vamos a tranquilizarte. ¿Quieres café o mejor… un poco de ron?
– No viejo amigo, necesito contártelo. Es de extrema importancia que te lo comunique. La Fórmula 1 está en peligro, y sólo tú puedes evitar que acabe destruyéndose.
– ¿En peligro? ¿Destruida? ¡Pamplinas! La Fórmula 1 está más viva que nunca. ¿No has visto como ha acabado el mundial este año? Nadie se esperaba que la gran idea que tuve de la nueva puntuación nos diera un campeonato tan ajustado.
– Te recuerdo Ecclestone que tú querías imponer las medallas, y eso hubiera sido un gran error. Escúchame atentamente, si no dejas de lado todas las locuras que quieres poner, la Fórmula 1 ya no gustará a la gente, y los pilotos… los jefes de las escuderías… los equipos… todos se marcharán y te dejarán solo.

– ¡Pamplinas! Ellos están contentos conmigo, además… aún está el pacto de la concordia que firmamos hace poco, ¡no me pueden abandonar!

– Escucha viejo amigo, estas cadenas que tengo encima son el peso de la deshonra por haber mancillado tanto la Fórmula 1 en mis tiempos… ésta cadena es por querer echar a Briatore, ésta es por Ron Dennis, ésta es por Jean Todt, y ésta con pinchos es por mi aventura en… bueno tú ya sabes donde. Lo que quiero decirte es que si no cambias de idea, tus cadenas serán más pesadas y más grandes que las mías.

– ¡Pamplinas, pamplinas y más pamplinas! La Fórmula 1 no me puede abandonar, no pueden vivir sin mi, ni los pilotos, ni las televisiones… ¡Nadie!
– No quería llegar a esto Bernie… pero esta noche recibirás visita… tres amigos míos te mostrarán el camino a seguir… verás dónde te equivocaste y cómo arreglar el daño que has hecho. Espero que aprendas porque sino…
– Sino acabaré en una fiesta contigo… si, si… ya veo por dónde vas Mosley Horny. Si vienen esos… ¿amigos has dicho? Madre mía… me imagino que no serán tan pervertidos como tú ¿no? En fin, que espero que traigan algo de dinero que ya sabes que estamos en Navidad y hay que comprarse un reloj nuevo… – una tenue sonrisa se dibujó en el rostro de Ecclestone.
– Déjate de bromas Bernie, hazme caso, o sino pagarás un precio muy alto…
Mosley se dio la vuelta y se marchó. Bernie no se podía creer la situación tan surrealista que había vivido… ¿Tres amigos de Mosley le dirán cómo arreglar la Fórmula 1? Si la única vez que le presentó un amigo acabó el pobre con heridas con sus “juegos”. Ecclestone se sentó de nuevo en su butaca dándole vueltas al coñac. El reloj iba corriendo poco a poco y los párpados de Bernie se iban cerrando. A las 10 de la noche, Bernie caía en un profundo sueño.